De Bladimir Díaz Ravelo.
27 de enero se conmemora el Día del Holocausto [Consulta en línea] |
Anoche exactamente cumplí dos días seguidos, enteros todos ellos, pensando y viendo historias relacionadas con el Holocausto. Sí, Holocausto, con H mayúscula. Era un compromiso que le debía a la memoria, tanto a la memoria de las víctimas (directas e indirectas) como al terrible papel de los victimarios. Y pese a la tragedia de deshumanización que implicó la Segunda Guerra Mundial, sin obviar ningún frente de guerra, uno queda con la sensación de que estas historias, aunque no tan documentada como la del exterminio Nazi, se han vuelto a repetir y se están repitiendo, sino contra una raza, sí contra grupos de personas o la humanidad total.
Hoy el tema de una posible Tercera Guerra Mundial de tipo nuclear nos tiene a todos al borde del abismo. Y la amenaza esta vez no es contra un grupo de personas (lo que no quita gravedad a las matanzas), sino entre unas naciones con modelos políticos y económicos distintos.
Puede que un error de cálculo, un dato malintencionado, un espía confundido por la traición de un superior o un frenesí de los aliados Surcoreanos o del peligroso Kim Jong-un, presione el botón y acabe por desatar una guerra pospuesta desde la guerra fría, pero en caliente con las últimas sanciones internacionales a Corea del Norte. Puede que esto es el desarrollo lógico de una pesadilla que desde el ataque a Hiroshima y Nagasaki quedó inscrita
en el espinazo de la historia, y que la doble moral gringa, incluidos la de los plenipotenciarios países del G5+1 dueños de la economía mundial, han venido elaborando con su desprecio por la firma de un protocolo multilateral que ponga fin al uso no convencional de las armas nucleares. O puede simplemente que estos malditos locos (los de ambos bandos), ansiosos de mantener o de ganar el poder, de dejar con tinta roja su nombre en los anales de la humanidad, decidan en la tarde de hoy martes luego de una noche de pesadillas con elefantes rosados repletos de Uranio enriquecido, decidir quienes tienen derecho a vivir y quienes no, o qué parte del boquete del globo terráqueo ha de borrarse y cuál no.
Lo cierto es que estamos metidos en el embrollo por controlar las casi incontrolables armas de destrucción masiva. Desde década atrás, grupos de pacifistas de distintos países del orbe, les han pedido a las potencias económicas detener el desarrollo de experimentos nucleares con fines bélicos. Ninguno hizo caso. Pudieron haberse puesto en cintura, y moralmente exigir a países más pequeños discontinuar sus plantas nucleares; pero les parecía obvio que con mostrar los dientes, o con una sanción económica, o con amenazas de invasión inminente, el resto de naciones chicas iban a recular y disculparse por su osadía.
Irán, hoy 9 de abril en el Día Nacional de la Tecnología Nuclear, en cabeza de su presidente Ahmadineyad, abrió nuevas minas de uranio y un complejo industrial para el procesamiento del metal declarando que “los enemigos del pueblo iraní creen que con presiones pueden romper nuestra grandeza, pero les aconsejo que corrijan su actitud, porque nosotros ya somos un país nuclear” [Lea la noticia en El Espectador]. De modo que pide ser tratado con igual respeto y cuidado que los poderosos países del mundo.
En el actual contexto surge entonces la pregunta de qué hacer ante este perturbador panorama. Y a mí se me ocurre que por lo menos hay que mirar con atención el genocidio Nazi contra los judíos para agitar la idea de No Repetición y salir a marchar a las calles cuántas veces sea necesario a exigir la utopía del desarme nuclear mundial y el respeto soberano de no agresión económica, ni política, ni militar.
"Nazis: Viaje al interior del Holocausto", presentado por History Channel
*Adenda: Aquí vale la pena recordar a Jaime Garzón cuando cita en una conferencia en la Universidad de Cali una traducción ética de los indígenas Wayúu al artículo 11 de nuestra C.P.C.: "Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente". Si tan solo los asesinos de Garzón hubiesen leído esto, si tan solo hubiesen aprendido a leer...
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